La historia es la siguiente.
Pensamos que conocemos a alguien y sin embargo lo único que hacemos es
proyectar un montón de ideas, de nuestro interior, en la figura de esa persona.
Con lo cual esa persona será lo que nosotros hubiéramos construido sobre ella. Por
eso, a veces, nos sorprende y por tanto rompe nuestros esquemas sobre nuestra
representación. Surgen entonces sentimientos encontrados, en nuestro interior,
y pasa a ser un desconocido, por ello es como si nos hubiera traicionado. Como
consecuencia lo eliminamos de nuestra lista de amigos o conocidos.
Sin a penas, haber sabido un poco
de ella, emitimos juicios, la vestimos e incluso sabemos su manera de actuar. También
esto ocurre con personas que llevamos muchos años juntos como familia, pareja o
amigos.
Emitimos sentencia, solamente
como resultado de nuestras imágenes o sonidos o sentimientos.
A menudo, no reflexionamos sobre
esa proyección y por ello surgen respuestas de las que nos podemos arrepentir
en un futuro, pero es como si una inercia nos llevara a actuar de cualquier
forma.
Si iniciamos un paseo y sabemos
lo que nos vamos a encontrar lógicamente estamos actuando en pasado, por ello
el presente lo dilapidamos y despreciamos lo único que tenemos. Si vamos a ese
paseo con ganas de sentir con nuestros pies, las irregularidades del camino, si
descubrimos los nuevos olores que nos vamos encontrando, si oímos los
diferentes sonidos surgidos a cada momento. El paseo seguirá siendo eso mismo
pero por supuesto lo será en presente. Sin haber llenado de estereotipos el
mismo.
Lo aprendido es enriquecedor pero
nunca determinante por todo lo que está ocurriendo a nuestro alrededor.
Algunos niños pueden ver una película
montones de veces y sentir diferentes sensaciones con cada pase. Aunque,
nosotros, desde fuera, pensamos que aburrido siempre lo mismo, son tontos.
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