jueves, 3 de diciembre de 2020

COHERENCIA

María vivía con su marido. Los despistes y los olvidos de este fueron cada vez mayores, preocupada le acompaño al medico, a su vez le desvió al neurólogo.

Tras varios exámenes se le diagnostico alzheimer.

María no quería entender que significaba esa enfermedad. Seguía sin comprender porque le decida las cosas y el olvidaba con la misma facilidad que oía.

Comenzó un periodo de aislamiento a la vez que el esposo seguía un proceso mayor.

Un centro de día fue la primera alternativa, mientras se solicitaba una residencia. Esto significaba una separación que no habían tenido en muchos años.

El tiempo paso y la residencia llego. María se podría relajar para no estar en alerta todo el tiempo.

Cada día acudía a la residencia y compartir dos horas con su compañero. A pesar de estar distante doce kilómetros, tomaba el autobús después de haber comido y fregado los cacharros. Iniciaba el paseo para coger el bus que le llevaba al centro asistencial.

María iba viendo el deterioro de los compañeros como si de presos fueran. El marido aumento su enfermedad, olvido hablar y de conocer a quien le viera. Se olvido también de ella.

Un día un celador le pregunto. Porqué la viene a ver todos los días si el ya no le conoce.

María contesto con rapidez. El a mi no, pero yo a él si. En un estado de coherencia que dejó mudo al trabajador. Más tarde lo comento a sus hijos el episodio. Que comprendieron porqué con frio o calor ella se desplazaba todos los días en busca de su compañero de vida.

El abanico mitigaba la temperatura que a pesar de la sombra proyectada por el edificio, no surgía.

Un vaso de agua esperaba para darlo a sorbos, para alguien que había olvidado hasta de sobrevivir.

 

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