jueves, 10 de diciembre de 2020

CEREBRO

La cesta de mimbre se había llenado. El nogal ha estado esplendido. Solo un ejemplar pero capaz de abastecer la necesidad de nueces para su dueño. Con la protección del risco de granito encuentra la sombra necesaria para soportar los veranos tórridos que tanto quieren sus hermanos almendros.

Juan siempre le reserva un cubo de agua para cubrir su deseo de humedad.

Al llegar a su casa, Juan se sienta en uno de los dos escalones de subida a su casa y pone dos cubos, uno para las cáscaras y el otro para los frutos, un ingenioso cascanueces le ayuda en su tarea.

La primera sale la nuez entera, la parte por la mitad y piensa en el parecido con el cerebro humano´, en su mano reflexiona con las leyes de la similitud entre la naturaleza y los hombres, como si estuvieran separados, que tontos somos, piensa. Pero la rutina no le distrae de su tarea. Cuando llega a la última descubre un pequeño gusano blanco que ha realizado algún hueco en ese cerebro. Es curioso porque no ha observado en los anteriores frutos, pero da que pensar si habrá nuevas incursiones insectívoras. Revisa una y otra vez pero no hay ningún otro rastro. El órgano humano parece estar a salvo y su integridad sin ninguna incursión.

Las cáscaras de los frutos secos le darán un gran poder calorífico a su estufa en el invierno. El gusano se extinguirá con ellas. Total es un simple fruto despreciado. Comienza a tener dudas si el árbol estará infectado, Juan va a revisar a su nogal, pone las manos en el tronco y recibe una vibración que no había sentido nunca, su vello se eriza, sus ojos miran la copa, queriendo descubrir el fenómeno, pero allí sigue como siempre con sus brazos abiertos.

 

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