El
patio interior se accede desde el bajo. El edificio cuenta mas de
cincuenta años. La estructura ha sufrido el paso de ese tiempo y
desconchones como costras de un cuerpo envejecido acompañan a la
fachada y a este recinto. Aporta el único lugar donde se cuela la
luz natural, pero al tener cinco plantas encima la hacen muy sesgada,
salvo los meses de verano.
Un
amasijo de cuerdas cubren el cielo del recinto. La humedad lo dota de
flora y aroma podrido. En el centro una rejilla de desagüe que
aumenta los aromas Recoge las aguas de lluvia y de las ropas tendidas
además de los desperdicios, que distraídamente allí caen.
Unos
visillos tratan de esconder la fealdad del recinto y ocultar la
puerta.
Marta
ha conseguido un alquiler en este paraíso, el precio desorbitado.
La
ventana da al centro de luz junto al salón.
Muebles
viejos y en el comedor una arqueta del edificio que a pesar de estar
tapada por una vieja alfombra, sigue emitiendo olores que la ventana
no puede absorber. Acaba de traer sus cosas y tras observar lo que no
había visto se sienta descorazonada en una de las pocas sillas
útiles. Ha pagado cinco mensualidades, mucho más que lo requerido
legalmente, pero sino lo quería había cola para hacerse con ella.
Desmotivada, se siente engañada a su inquietud por conseguir
su espacio de vida.
Con
desgana coloca su ropa en el armario desvencijado. Un olor
insoportable comienza a salir de la arqueta. Abre la puerta y sale a
la calle. Toma el teléfono y llama al dueño para advertir del
suceso.
La
conversación es corta mañana llamara a un camión para sacar el
atasco.
-¿Y
yo que hago hoy?
-Cierra
la puerta del salón y abre la del patio. Mañana se habrá
arreglado.
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