viernes, 27 de marzo de 2020

LA PUERTA DE LA CALLE




El viaje se convirtió en una quimera. La llamada de la empresa se convirtió en una orden. Juan tuvo que deshacer la maleta y ver como el dinero pagado de reserva y confirmación se diluía, al igual que un helado en un día de agosto.
La rabia llenaba su cara, sus argumentos no fueron suficientes para diluir el mandato. Si desaparecía, el despido era desde el minuto uno.
Había ahorrado celosamente el dinero para ese viaje soñado. Para volver a su realidad del día a día.
Intento cancelar pero perdía mucho dinero, era lo que ahí.
Llamo a sus amigos para explicarles el infortunio, aunque era más una liberación de estado personal, ante esa barrera laboral.
Al siguiente día volvió a su puesto de trabajo. La extrañeza de sus compañeros, de los que se había despedido el día anterior. Y las risas no tapadas de verle de vuelta. Encendió el ordenador y tomo la carpeta con la tarea a realizar.
Por su cabeza pasaba si era tan urgente lo que allí se pedía.
El color gris subió por sus arterias para tener la necesidad de tener que hablar con su superior.
Tras llamar a la puerta se encontró con una persona muy ocupada, según manifestaba sus maneras de estar.
- Siéntate y dime, rápido.
  • Creo que la suspensión de mis vacaciones no tiene sentido al encargo que me ha hecho.
  • Muy bien, ahora el señorito sabe las prioridades de la empresa. Subía las gafas con su dedo indice, como si de un revolver se tratara, luego indico hacía su pecho. Juan se arrugo, como si hubiera recibido el impacto de la bala imaginaria.
  • Pensaba poder hacer la siguiente semana.
  • Mira Juan, la empresa tiene una planificación de mucho tiempo, la puerta de la calle está abierta.




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