martes, 3 de marzo de 2020

CAMBIO A PIEDRA

La tarde comenzó a caer. En la cama del hospital, el cuerpo encogido de María, de piel retraída, músculos sin tersura, la visita espaciada de personal sanitario de rutina. Tensión, temperatura y unas pocas palabras para lograr un contacto de comunicación diferente al de sus familiares.
Los ojos siempre abiertos, teme cerrarlos y no ser capaz de una nueva apertura visual.
La hora de la cena llega, una bandeja con comida muy liquida, para no molestar su aparato digestivo.
Incorporan la articulada cama en posición más vertical. Su hija coloca la servilleta alrededor del cuello.
Los ojos vidriosos han dejado de ver y quedan fijos.
Las visitas van desapareciendo y es el momento de enfrentarse a la realidad de la enfermedad.
La bandeja recoge el plato de puré medio lleno y una servilleta con restos de verdura. No quiere nada más, sin hacer caso de tomar un poco más, de las indicaciones de la hija. Saca la bandeja al pasillo y aprovecha para ir al servicio y estirar las piernas.
En el pasillo se encuentra más bandejas, casi llenas, nadie tiene ganas de comer. En las ventanas las luces encendidas y el trasiego de coches.
Aprovecha para hacer llamadas de información a sus parientes y se entretiene en repetir la historia una y otra vez. La vuelta a la habitación encuentra a María tosiendo, lo ingerido se haya impregnado en las sabanas y manta marrón. Corriendo va a incorporar el menudo cuerpo, los vidriosos ojos muestran el dolor. Llama al botón de la enfermera, rauda aparece, los nervios de su hija y un pequeño relato del encuentro con su madre describe la situación encontrada
Con las mismas sabanas tratan de quitar el vomito de su piel y llaman a las auxiliares para cambiar la cama.
María cambia a ser piedra.

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