Juan
calló en desgracia, un agujero cerceno sus pasos para caer en sus
profundidades. La tierra mojada mancho sus ropas, al intentar salir
resbalaba y vuelta a empezar, cuando logro salir una capa acompaño
el lodo a sus ropas.
Tenía
que cambiar de ropa, ir a casa. Pero ¿como? No se puede ir en
transporte público, su casa esta en dos kilómetros.
Quien
le mandaría ir a aquel parque y pisar aquellas tablas que cedieron a
su peso.
Juan
sentó en el bordillo de la calle y comenzó a agobiarse, no sabía
como salir de esa situación, la cara también había recibido parte
de la cosmética terrea.
A
su cabeza le llego el recuerdo del trabajo en la anterior empresa,
cometió un error y queriendo solucionarlo iba empeorando la
situación, casi la vivida hacia un rato, encontró similitudes al
intentar salir del hoyo.
Encontró
al lado, un paquete de pañuelos de papel, por lo menos le liberaría,
de la parte de la cara y gafas. Fue una medida escasa, intentando
quitar mas adherencias, logró un resultado peor. Busco nuevos
papeles captadores de suciedad, pero los olvidos escaseaban.
La
situación le comenzó a desbordar por no encontrar solución. La
americana era un saco de escombro. Los viandantes miraban con descaro
pero el sonrojo no llegaba a aflorar por los tonos acompañantes. No
podía andar asi tanto tiempo, pero una cabeza embotada y pesada no
estaba para la ligereza de ideas.
Solo
le quedó asumir su realidad y llegar a casa. Su presencia seguía
levantando miradas y hasta comentarios jocosos. Nadie se ofreció a
ayudar. Por fin pidió permiso para entrar en el servicio. Un cliente
le ofrecio su coche para llevarle a casa.
Se
lo ensuciare.
No,
cojo unos cartones del contenedor.
Al
llegar, no tenía las llaves, las había perdido
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