Juan
esta seguro de su decisión, iba a romper la sociedad en la que
participaba.
Meditó
está decisión durante tiempo, por un lado es su trabajo, su
esfuerzo personal y los pocos recursos ahorrados con su paciencia y
austeridad.
Los
socios creían desviar los objetivos hacía un plan económico, donde
se precisa obtener más beneficios, siempre a costa de la calidad.
Juan
quería emprender otro camino dentro del sector. Intentar rescatar el
dinero invertido era lo prioritario para emprender otro camino, desde
luego fuera de sociedades, sabe que se podía equivocar pero sería
su propio error.
Juan
sabia sus principios y está dispuesto a sacrificar el dinero por la
sensación de no estar engañando a nadie.
Durante
cinco años se adaptó a planes consensuados entre todos, pero llegó
el momento en que los objetivos cambiaron. Sus socios se metieron en
el circulo de dinero, donde cada vez se necesitaba más y más. Como
la serpiente que engulle traga y parece no tener final. Esa sensación
le dijo que tenía parar, es un hombre solo, ha empleado su esfuerzo
al compromiso del trabajo, dejando de lado la relación de pareja y
menos de hijos. Intentando ambas cosas se siente perdedor frente al
modelo social. Como consecuencia se ha enrocado en esa soledad que le
da un toque de rareza.
La
reunión fue fijada a las diez, tenía tiempo para pasear y ultimar
como enfocar su propuesta sin crear una ruptura que llevara a los
tribunales. Por ello sin herir sensibilidades. Donde mostrar
diferencias. Los minutos pasan despacio pero no creía tener todo
atado.
Esa
incertidumbre le genera un malestar interior, pobre resuelto con un
ayuno.
Cuando
subió fue a beber agua. Tras la ingesta abrió la puerta de la sala
de reuniones. Sentados en la mesa, mostraban su todo esta bien.
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