martes, 12 de junio de 2018

EL PASEO POR EL ZOOLÓGICO




Juan visita con su sobrino el zoológico de la ciudad. Quiere enseñar los animales que ve en la televisión. La capacidad de Andrés que es su nombre está en aumento, tiene la capacidad de ir asimilando todo lo que le rodea, parece como si hubiera despertado en la vida y tiene mil preguntas.
Su tío creé tener todas las respuestas pero lo que se da por entendido muchas veces pasa factura cuando ocurre el razonamiento y ves que no es así.
La primera pregunta es fácil: ¿porque están encerrados en jaulas?
Seguro de si contesta: Sino se escaparían.
  • pero no están libres. Dice Andrés.
  • Es la única manera que podamos ver un gran numero de animales en un espacio pequeño. Contesta persuasivo Juan.
    Las preguntas se van acumulando y percibe que más de la realidad, el sobrino está percibiendo otras cosas.
    En su pensamiento, Juan, piensa si ha sido buena idea traer al pequeño aquí. Pero observaba como sus ojos se abrían enormes ante las fauces del león o los saltos de los delfines. El colorido de los loros y las águilas en un espacio reducido que las sacaban a volar un rato dos veces al día. El lento caminar de las jirafas mientras buscan comida del suelo.
    En las zonas de descanso se paran para acumular experiencias recibidas y eligen donde volverán a ver a los que mas llamo la atención.
    Compran un pequeño bloc y le dice que pinte el animal que más le han gustado. Han comido y muchas emociones se han acumulado en la pequeña cabeza, mientras dibuja se apoya en las piernas del tío. Los ojos comienzan a entornar, Juan observa el cansancio y deja dormir.
    Pero no pasan unos minutos, pide seguir, viendo al resto de animales.

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