Llegó
sobre la medianoche, estaba en un lateral de la habitación cuando al
encender la luz se encontró todo desordenado.
Venía
cansado y ahora todo esto. Al abrir la puerta, sintió acabar el
mundo. El castillo de naipes se hubiera caído.
Las
estanterías caídas en el suelo, ropa devuelta. ¿Que querían
encontrar? El ordenador y la televisión solo mostraban las huellas
de polvo de donde habían estado. A simple vista era lo más
destacable. Pero fue derecho al cajón de la mesilla donde guardaba
los “pen drive”, pero no estaban. Habían tenido tiempo
suficiente para registrar a fondo. Nueva pregunta ¿para que querían
sus recuerdos?
Un
espacio de su memoria estaba allí, notaba un vació en su interior,
dinero tenía para los gastos de la semana.
Utilizaron
unas bolsas de deporte para llevarse las cosas.
La
siguiente acción fue llamar a la policía, con la intención de
recuperar su memoria. En un par de horas llego una patrulla y le
informaron que pusiera la denuncia y por la mañana la policía
científica tomaría huellas. Que procurara no remover mucho para
sacar detalles. Como consuelo le dijeron que en la zona se habían
producido otros dos robos.
Como
pudo se acostó, sin sueño y dio vueltas una y otra vez, con la
llegada de la mañana. Tomó una ducha y espero la visita, prevista.
Pero no fue hasta la una cuando sonó el timbre y explico lo
ocurrido, una vez más.
Llenaron
la casa de polvos en busca de huellas incriminatorias, pero habían
trabajado con guantes. Ida a poner la denuncia y consuelo de que
habían habido más robos en el distrito. Detallo lo que echaba en
falta, pero siempre como primera cosa: la caja metálica con las
memorias USB. Ese espacio era el prioritario en su perdida moral, más
sentida.
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