La
lista estaba establecida, ocho personas se tenían que reunir durante
tres días para dar soluciones de sostenibilidad económica a la
empresa. Dos de ellos eran los jefes, pero necesitaban compartir para
crear nuevos planes.
Sabían
que formando un equipo las cosas saldrían con fluidez, además del
compromiso general. La empresa la componían cincuenta personas, pero
eran simples peones aquí es donde querían hacer los compromisos de
trabajo.
Hasta
hace un par de años funcionaba muy bien, pero los nuevos tiempos
habían mermado sus beneficios hasta encontrarse en una encrucijada,
que iba desde el cierre hasta reconvertirse en otra cosa nueva. El
espacio y la gente lo tenían.
Como
tarea se pidió que cada uno aportara una idea y ver entre todos la
capacidad de desarrollarla si tenía consenso. En sus cabezas pendían
el trabajo de cincuenta personas, ellos incluidos.
Uno
de los jefes, antes de iniciar, indico que cualquier posibilidad
tenía cabida.
Las
jornadas surgieron con mucha fluidez y máximo interés. El
compromiso era increíble. Surgían muchas ideás y proyectos. Todo
estaba en muy buena dirección.
Se
estaba creando todos los cimientos de la nueva empresa. Ilusiones,
buen ambiente, todo surgía con facilidad.
El
tercer día hubo una llamada a uno de los jefes, se junto con el otro
en una esquina y salieron fuera. A la media hora volvieron a entrar.
Con gesto de preocupación, distancia, informaron que habían
recibido una oferta de compra de la empresa. La cantidad era
importante y habían decidido aceptarla, los trabajadores serian
absorbidos por la nueva empresa, sus contratos se respetarían y su
antigüedad. Los otros seis miembros no entendían nada, habían
trabajado en un nuevo proyecto que se caía con una simple llamada
telefónica. Las caras de rabia y desilusión, se hicieron patentes,
la traición entro a sus carnes, la lanza.
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