lunes, 4 de febrero de 2019

LA LANZA




La lista estaba establecida, ocho personas se tenían que reunir durante tres días para dar soluciones de sostenibilidad económica a la empresa. Dos de ellos eran los jefes, pero necesitaban compartir para crear nuevos planes.
Sabían que formando un equipo las cosas saldrían con fluidez, además del compromiso general. La empresa la componían cincuenta personas, pero eran simples peones aquí es donde querían hacer los compromisos de trabajo.
Hasta hace un par de años funcionaba muy bien, pero los nuevos tiempos habían mermado sus beneficios hasta encontrarse en una encrucijada, que iba desde el cierre hasta reconvertirse en otra cosa nueva. El espacio y la gente lo tenían.
Como tarea se pidió que cada uno aportara una idea y ver entre todos la capacidad de desarrollarla si tenía consenso. En sus cabezas pendían el trabajo de cincuenta personas, ellos incluidos.
Uno de los jefes, antes de iniciar, indico que cualquier posibilidad tenía cabida.
Las jornadas surgieron con mucha fluidez y máximo interés. El compromiso era increíble. Surgían muchas ideás y proyectos. Todo estaba en muy buena dirección.
Se estaba creando todos los cimientos de la nueva empresa. Ilusiones, buen ambiente, todo surgía con facilidad.
El tercer día hubo una llamada a uno de los jefes, se junto con el otro en una esquina y salieron fuera. A la media hora volvieron a entrar. Con gesto de preocupación, distancia, informaron que habían recibido una oferta de compra de la empresa. La cantidad era importante y habían decidido aceptarla, los trabajadores serian absorbidos por la nueva empresa, sus contratos se respetarían y su antigüedad. Los otros seis miembros no entendían nada, habían trabajado en un nuevo proyecto que se caía con una simple llamada telefónica. Las caras de rabia y desilusión, se hicieron patentes, la traición entro a sus carnes, la lanza.

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