La campaña electoral había tocado a su fin en el día de ayer. En una de las mesas tres personas obligadas por sorteo tenían que pasar el día para solventar su obligado compromiso. Una hora antes fueron convocados y se les explico su función, así como los diferentes reglamentos. De mala gana acudieron el domingo, sintiendo que les robaban un día de descanso. Se presentaron entre ellos y coincidieron en el rollo de estar allí, comprobando nombres e indicando en que urna tenían que depositar el voto. La mañana paso pronto por la cantidad de gente que fue, pero la tarde era tediosa. El presidente dijo que el conteo lo podían terminar deprisa, lo dijo como comentario pero la idea calo entre sus compañeros con ganas de terminar con la pantomima, adjudicamos papeletas a partes iguales a los cuatro principales partidos y en media hora, acabada la votación podrían estar en casa. Como era el presidente pues aunaron su afirmación hacía el paraguas que le daba su cargo.
Llegado
el momento hicieron el teatro del recuento aunque ya estaban anotadas
las votaciones. Entregaron el acta así como las papeletas, firmaron
las actas y marcharon a su casa. Al día siguiente se impugnaron las
votaciones de ese colegio electoral, porque había gente que había
votado a otros partidos y no aparecían en la contabilidad. Pero no
eran casos aislados sino que se habían producido en todas las mesas
electorales de esa suscripción. Un nuevo conteo de papeles detecto
errores en todas.
Nadie
comprendía como se había producido semejante sabotaje. El
sentimiento de culpa se formo en todos los integrantes y el fantasma
de la cárcel, sobrevolaba por sus cabezas. El sentimiento de culpa
se apodero de todos los integrantes que participaron, pero no tenían
sentimiento de participación por la votación general.
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