lunes, 11 de febrero de 2019

EL PATIO DE VECINOS




Juan vive en una silla de ruedas, los espacios están limitados a su piso de planta baja, con un pequeño patio donde accede a tomar el sol. Hacía arriba, cinco plantas y los tendederos de diez viviendas. Utilizado para airear las habitaciones.
Juan odia recibir que caen de los cepillos de barrer o algún papel distraído en él espacio vecinal.. Su vivienda no conecta con otro piso bajo. Goza de la ayuna remunerada de la vecina del primero.
Juan siente el patio como una parte más de su vivienda. Siente a los vecinos como intrusos, las ventanas abiertas transforman su espacio, los olores de las cocinas se mezclan en el patio y cambian su identidad.
Ha usado los gritos para denunciar algún comportamiento de sus vecinos. Lo que le ha llevado a la dominación de “cascarrabias”, amargado.
En buena medida tiene la dependencia de quien le cuida, aunque las compras las hace a un supermercado por teléfono.
Sus salidas son escasas, se ve recluido las veinticuatro horas. Tiene el sentimiento de ser un león encerrado.
Ayer su carácter se marco más al caerle, mientras tomaba el sol, una pelusa sobre el libro que leía. Intuyo que era la vecina del segundo. Y dio una voz de “guarra”, con la posterior respuesta en el mismo tono de “amargado”. La caja de resonancia del patio fue como un altavoz amplificando los gritos, abriendo ventanas para ver la función.
Juan gritó nuevos insultos. La vecina del segundo izquierda entro en su casa para llenar una jarra de agua y lanzar al portavoz, quedando empapado.
Juan quedó confundido y tras un rato de incertidumbre dijo que llamaría a la policía. Los palcos fueron cerrando. Sabían que el disminuido contaría con toda la protección, pero nadie quería implicar en un asunto que coleaba hacía tiempo.

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