sábado, 21 de noviembre de 2020

LAS SETAS

 

El otoño llega a su meridiano, el sol sigue mostrando su presencia, a pesar de las lluvias que han precedido el día de hoy. Juan toma su anorak y calza sus zapatillas de monte, para dar un paseo por el bosque. Ese lugar tan ansiado por los urbanitas, donde los silencios solo son interrumpidos por algún trino de pájaro o el movimiento de hojas de un animal huidizo,

No pasan muchos cuando entre la hojarasca se ve una seta, mimetizada con el paisaje, a su cabeza le llega una historia de enanitos que moraban bajo un caperuza, cuando su padre le contaba uno de tantos cuentos, que su cabeza inventaba.

Agacho su cuerpo para hincar las rodillas y descubrir. La desnudez del ser le deja ver su pie morado en contraste con su cuerpo color crema.

Juan tomá su navaja y provoca una incisión que libera del suelo el cuerpo. Deposita en una cesta de mimbre y mira alrededor en busca de nuevos miembros.

Unos metros más alla encuentra otra especie diferente pero también comestible.

Sus ojos olvidan las alturas para fijarse en el suelo entre la espesura verde y las hojas con predominancia del color marrón que finalizan el ciclo de la clorofila.

Los árboles proyectan una sombra sin su copa escasa, más pequeña que hace un mes, desprendida de sus manos, verdaderos pulmones que filtran en aire, no siempre listo.

Tras el paseo se sienta apoyado en uno de los robles circundantes, mira los ejemplares capturados y es momento del retorno a casa, donde embotara las diferentes variedades encestadas.

Según vuelve a casa las miradas de otros paseantes se fijan en el contenido colgado bajo su brazo, la jornada ha sido buena y la obtención micológica ha sido buena.

Juan se siente ufano, olvido sus pensamientos rutinarios, compañeros.

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