Juan
tiene un apellido, psicópata. La ciencia se lo concedió hace
tiempo.
Las
ideas de Juan versan en torno de como seguir su instinto.
Entra
en una tienda, olvidando los sistemas de seguridad y se acerca a la
caja, extrae un largo cuchillo de su anorak, pronto esta en el cuello
del cajero, con unos ojos fijos en el espacio pide la recaudación.
No es mucho por los nuevos sistemas de pago, pero siempre hay alguien
que prefiere el pago en metálico, un fajo de billetes entra en la
bolsa del comercio.
Paso
apresurado y salida corriendo. Según sale la alarma se pone en
funcionamiento. Una boca de metro es su lugar de huida.
Las
cámaras han grabado toda la escena y algunos clientes han sido
testigos.
Juan
llega a casa y mezcla los billetes en un potente insecticida y los
tiende en una cuerda, los guantes quedan para la posterior recogida.
En
Internet hay un tutorial para la fijación del principio activo al
papel moneda.
Su
rostro esta en las oficinas policiales. Se cotejan con otros ya
fichados pero el rostro de Juan no aparece ¿nuevo en el sector?
Con
sus guantes recoge el dinero y lo vuelve a meter en una bolsa, esta
vez más gruesa.
Sale
a la calle hace calor, aun hay horas de luz.
Extrae
un billete y pone una pequeña piedra para que un posible viento no
desbarate su plan a unos treinta metros se sienta en el bordillo de
una acera para observar la escena. Pronto un joven mira el papel del
suelo, mirada a uno y otro lado y descenso de recogida, guarda el
billete en su bolsillo.
Juan
repite la operación una y otra vez hasta culminar el fajo de dinero
robado.
Su
plan ha funcionado, el veneno hará su trabajo.
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