Las manos en los
bolsillos, impidiendo el movimiento natural de los brazos. . Cabeza
ligeramente encorvada, pasos cortos. Mirada fija en el suelo.
José acaba de salir
de un fracaso, intenta analizar cual han sido sus errores para haber
llegado a esta situación. Pero los pensamientos repetitivos le
impiden ver nada más.
Es igual por donde
pasee la cabeza tiene una ocupación y no es precisamente la de la
construcción sino la del derribo y un motivo para encontrarse mal,
de nuevo.
Cuando va a cruzar,
una calle un coche se salta un ceda al paso y colisiona con otro
vehículo. Ruido, sonido de claxon y cristales proyectados.
Consiguiente remolino de curiosos y versiones de mil testigos.
La imagen le ha
valido a José para salir cinco minutos de su aniquilamiento mental,
pero retoma su paseo. Ya tiene más argumentos para pensar que la
vida es una mierda.
Que lejos esta el
tiempo en que pensaba que su proyecto le podía sacar del ostracismo.
Las manos siguieron
en la misma ubicación, la cabeza esta más torcida el gesto indica
algo más que preocupación.
Cuando va a pasar un
semáforo observa un reguero de sangre que va corriendo a lo largo
del brazo, sigue el recorrido con su vista y ve el origen en un trozo
de cristal alojado en su bíceps, un cristal de color verde que se
había tornado a rojo. Con sus dedos, en forma de pinza lo retira y
al sacarlo comienza a manar más sangre, busca un pañuelo de papel y
presiona para impedir la salida de mas sangre. Se acerca a una
cafetería para limpiarse.
Pero curiosamente su
cabeza a dejado el rumrum de sus pensamientos. Comienza a sentir paz
interior. Ha sido curioso pero quitar el cristal y volver a sentirse
bien, que cambio.
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