Existe
una forma diferente de decir lo que quieres sin hacer daño a
los demás. Iñaki, pensaba así. Pero su propia impaciencia e
impedía, la suficiente reflexión para no caer en la trampa que le
hace caer mal.
Una vez, consciente de su limitación, fue ir a un psicólogo. Este se alió con su postura y la defendía, no como un problema, sino como una respuesta a la inoperante de las demás personas.
El psicólogo fue encontrando un espejo de su propia manera de ser y lo que Iñaki inicio como una terapia, resulto ser una frustración.
Dejo de ir al mismo.
Estuvo un tiempo en búsqueda, pero su impaciencia fue creciendo. Le hablaron de pastillas relajantes. pero resultaron ser aletargadoras, se sintió como un reptil al que le falta la luz solar, para poner en funcionamiento su organismo.
Como consecuencia se vuelve mas decepcionado. Su propia rapidez le genera una ligera depresión. Todas las pastillas se convierten en malas y los psicólogos en unos pacientes. Con lo cual no encuentra su camino.
Por fin se sienta en un banco de un parque y observa a un niño que juega con su coche de bomberos. Curiosamente, el niño no corre a pesar de hacer el ruido de la sirena, va despacio, con una respiración acompasada. Se acerca a Iñaki y pregunta.
Una vez, consciente de su limitación, fue ir a un psicólogo. Este se alió con su postura y la defendía, no como un problema, sino como una respuesta a la inoperante de las demás personas.
El psicólogo fue encontrando un espejo de su propia manera de ser y lo que Iñaki inicio como una terapia, resulto ser una frustración.
Dejo de ir al mismo.
Estuvo un tiempo en búsqueda, pero su impaciencia fue creciendo. Le hablaron de pastillas relajantes. pero resultaron ser aletargadoras, se sintió como un reptil al que le falta la luz solar, para poner en funcionamiento su organismo.
Como consecuencia se vuelve mas decepcionado. Su propia rapidez le genera una ligera depresión. Todas las pastillas se convierten en malas y los psicólogos en unos pacientes. Con lo cual no encuentra su camino.
Por fin se sienta en un banco de un parque y observa a un niño que juega con su coche de bomberos. Curiosamente, el niño no corre a pesar de hacer el ruido de la sirena, va despacio, con una respiración acompasada. Se acerca a Iñaki y pregunta.
-¿Juegas
conmigo?
-
No tengo muchas ganas, fue la seca respuesta.
Pero
el niño insiste, coge su mano y le lleva a la carretera que ha hecho
con sus manos, en la arena. Por fin dobla sus rodillas y e intenta
meterse en el juego. El tiempo desaparece y solo es roto por la
llamada de la madre para volver a casa.
Por
fin Iñaki ha comprendido lo que es la calma y, curioso, con un coche
de bomberos.
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