viernes, 8 de marzo de 2019

EL VAGÓN DEL TREN




El joven John se preocupa por mantener su trabajo, tras dejar a su familia y buscarse la vida encontró la oportunidad de trabajar en el tren, cada día dormía en un lugar diferente, según las necesidades de la compañía. Sus diecinueve años le habían permitido hacía tres años, romper el cordón umbilical. Los cambios de ciudad no le molestaban, iba conociendo los diferentes submundos a los que el color de su piel le destinaban en los estados del sur. Aun recuerda sus inicios junto a la familia de Hans, donde sus padres trabajaban de todo a cambio de una casa y comida. Las vejaciones aparecían en muchas ocasiones. Hasta que al cumplir dieciséis con aquella tarta de zanahoria eligió crear su destino. Los padres entendieron su deseo de cambiar y le facilitaron lo poco que tenían, pero el enfado de la familia adaptadora, fue mayúsculo, una vez enterados al día siguiente. Habían perdido unos brazos útiles en las cosechas de los campos circundantes. El joven Hans era de su edad pero nunca habían jugado juntos. Y hoy se encontraban en el vagón del tren, solo cambiaba el marco pero no los papeles. John había estirado y musculado su espalda pero su nariz y sonrisa era la misma. El joven Hans seguía rechoncho y con su ridículo sombrero. Cuando los ojos se encontraron saltaron chispas y recibía los reproches de aquel niño consentido, distante y solitario.
  • Me subes la maleta a la litera, pronuncio en tono imperativo, como estaba acostumbrado a ser.
  • No puedo, tengo que atender otros pasajeros que solicitaron antes.
  • Tan vago como siempre. La conversación se corto . Paso el tiempo y la maleta seguía en el suelo. John la coloco en la altura pero de manera que cualquier traqueteo o curva la haría caer.

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