El
joven John se preocupa por mantener su trabajo, tras dejar a su
familia y buscarse la vida encontró la oportunidad de trabajar en el
tren, cada día dormía en un lugar diferente, según las necesidades
de la compañía. Sus diecinueve años le habían permitido hacía
tres años, romper el cordón umbilical. Los cambios de ciudad no le
molestaban, iba conociendo los diferentes submundos a los que el
color de su piel le destinaban en los estados del sur. Aun recuerda
sus inicios junto a la familia de Hans, donde sus padres trabajaban
de todo a cambio de una casa y comida. Las vejaciones aparecían en
muchas ocasiones. Hasta que al cumplir dieciséis con aquella tarta
de zanahoria eligió crear su destino. Los padres entendieron su
deseo de cambiar y le facilitaron lo poco que tenían, pero el enfado
de la familia adaptadora, fue mayúsculo, una vez enterados al día
siguiente. Habían perdido unos brazos útiles en las cosechas de los
campos circundantes. El joven Hans era de su edad pero nunca habían
jugado juntos. Y hoy se encontraban en el vagón del tren, solo
cambiaba el marco pero no los papeles. John había estirado y
musculado su espalda pero su nariz y sonrisa era la misma. El joven
Hans seguía rechoncho y con su ridículo sombrero. Cuando los ojos
se encontraron saltaron chispas y recibía los reproches de aquel
niño consentido, distante y solitario.
- Me subes la maleta a la litera, pronuncio en tono imperativo, como estaba acostumbrado a ser.
- No puedo, tengo que atender otros pasajeros que solicitaron antes.
- Tan vago como siempre. La conversación se corto . Paso el tiempo y la maleta seguía en el suelo. John la coloco en la altura pero de manera que cualquier traqueteo o curva la haría caer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.