martes, 11 de julio de 2017

EL ESPECTADOR







Es curioso ver como creemos ser más actores que espectadores y sin embargo, ocurre al contrario. Tenemos una visión más receptiva que la propia de autor. Incluso las personas que están estresadas todo el día. Pero si tuviéramos conciencia de ello, sería un poco desalentador, pues pensaríamos que la vida pasa delante de nosotros y eso genera un sentimiento de no control. Con lo que ello conlleva, perdida de valores y por tanto de motivación.
Si vemos a una persona sentado en el sofá mirando televisión, nos viene a la cabeza la idea de aburrido, pero justificamos el desconectar de trabajo, problemas familiares por ser necesario y ahí entra la faceta espectador, esa que nos ayuda a salir del ritmo frenético en el que estamos sumergidos, sobre todo a nivel urbano y nos concede un tiempo de respiro de recuperación frente a la carrera emprendida, con o sin sentido.
Esa capacidad de salir y convertir tu vida en tuya es el gran secreto que se busca de diferentes maneras y formas para encontrarse a gusto o como se denomina muchas veces, en busca de la felicidad. Esa quimera que parece ser una meta pero olvidando que no es tal sino una labor diaria, contra más veces la hagamos más nos encontraremos bien.
Las fiestas se resumen en tiempos de echar unas risas, más que como nos hemos encontrado en ellas.
De nada vale estar delante de un libro durante horas sino hemos sido capaces de entender nada de lo escrito en él. Dentro de ese periodo, lo realmente importante es tu vivencia frente al mismo. El alumno se puede engañar pero el resultado es bastante frustrante.
Alguien escribió que la vida es lo que pasa frente a ti, por ello al ser espectador podemos aprender todos los mensajes mostrados ahí.

1 comentario:

gracias por participar en este blog.