martes, 25 de julio de 2017

EL CRUCERO







Adaptaba su altura a la plataforma de sus zapatos, lo cual indicaba su desesperanza a su cuerpo. Antonia siempre piensa que hay unos estándares para estar en la normalidad de la vida. Si esto no ocurre, quedas fuera y por tanto pierdes las posibilidades que la vida te ofrece.
Su trabajo es rutinario y de la banda de mal pagado. Por ello nota los factores hostiles, te alinean a un nivel inferior al esperado, para encontrarse triunfador.  Sino, te encuentras en la banda de frustrado y por tanto fuera del juego.
 Su rostro tampoco es bien parecido, por ello, pese a los continuos cambios de peinado y teñido, no termina de encontrarse a gusto.
Los estudios los tuvo que abandonar para conseguir cualquier empleo, con el objetivo de independizarse. Aunque sus padres siempre la estuvieron ayudando, pues más de un mes no llega a pagar todos los gastos.
La última locura fue apuntarse a un viaje en barco, buscando el glamour de las fiestas y del conocimiento de las ciudades que atracaban.
Tomo la decisión de ir sola, saco la seguridad que no tiene dentro de si, y fue dispuesta a triunfar. Pidió un anticipo en el trabajo para hacer frente a los gastos. Una maleta repleta y grande trato de llevar un vestido para cada ocasión, collares y pendientes prestados querían demostrar lo que ella era.
Lo primero que hizo tras dejar el equipaje en su camarote fue ver las dependencias del barco y de paso ir viendo quien serán sus vecinos durante una semana. El público es muy variopinto. Desde los ancianos, buscadores de emociones hasta familias. Pocas personas solas, pero tremendamente afines a ella. El personal del barco muy atentos y con ganas de agradar. Aunque demostraran una falsa sonrisa, exigido por los dueños de la naviera.

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