Juan sabe lo que sucederá mañana.
Tiene que abandonar su casa, dejo de pagar hace meses y hace quince días le
llego la orden de desahucio. Ha vivido, durante quince años, construyo su
familia aquí, pero con una reforma laboral en su empresa perdió su trabajo. A
partir de ahí todo fue anómalo, su relación con su mujer se deterioro y termino
en un divorcio. Su mujer regreso con su familia, mientras sigue en su trabajo.
Sus padres vieron como a la casa llegaban tres nuevos inquilinos, con tres
nuevas preocupaciones. De vez en cuando Juan les lleva a su casa, pero a penas
aguanta unas horas con ellos, a pesar de su corta edad, le tienen rechazo con
lo que las visitas se espacian.
A penas llena dos maletas con la
ropa que tiene, el resto lo deja intacto, incluso los platos con los restos de
comida en el fregadero.
El dinero se acabo hace tiempo,
un comedor social ha sido su fuente de alimentación.
La nevera tiene un aspecto
desolador, hace tiempo que no alberga nada, incluso la bombilla dejo de
funcionar.
La noche ha sido larga y las
vueltas que ha dado no han sido motivo de cansancio y por tanto de sueño.
Toma la última ducha, rápida,
pues el termo también dejo de funcionar se seca en la toalla de color incierto.
Se afeita y espera a las once de la mañana.
Puntualmente llega el dueño
acompañado por tres personas, entre las que se encuentra el secretario del
ayuntamiento. Le leen la resolución y pasan al interior. Las dos maletas hacen
cola frente a la entrada. Entrega las llaves y salé a la calle. Juan no mira atrás
porque no ve hacía delante. Sale a la acera y se sienta en un banco, manos
cruzadas solamente.