Ha sonado la sirena en la
fabrica, siempre suena para indicar tiempos, tanto de actividad como de inactividad.
El primer sonido es para la
iniciación de tarea. Todo el personal se pone a realizar su actividad diaria. Tienen
que estar todos en sus puestos. Similar al régimen de trompeta en el ámbito
castrense.
Juan es uno de los operarios que
esta en una fabrica de zapatos. La destreza de la repetición de unos actos,
realizados mil veces. No le da tiempo a otra actividad. Algún comentario
sesgado con sus compañeros de mesa corrida, rompe la monotonía manual. A las
once suena de nuevo el pitido que indica el momento del bocadillo, o desayuno.
Dependiendo para quien. Es el momento de coger el móvil, para relacionarse con
alguien de fuera del entorno o hablar sobre el partido de la noche anterior. Cosa
que Juan, suele rehuir, prefiere hablar
de cualquier cosa.
Los veinte minutos pasan deprisa
y lo recuerda el nuevo pitido. Visitas al servicio y conversaciones sindicales,
que no llevan a nada claro. Se mezclan entre tantos contenidos.
Se limpian las mesas y se dejan
aptas para poder comer en el próximo intervalo de descanso. Donde hay una hora,
da tiempo a salir fuera, a fumar un cigarro o tomar el sol, si lo hace.
Una vez dentro retoman su
actividad pero a la media hora suela la sirena tres veces, señal de emergencia
y abandono del trabajo. Empiezan a ver un humo negro que sale de los
acondicionadores de aire.
La salida se hace rápida, ya está
ensayada.
Pero ahora es real, con poco
intervalo llegan los coches de bomberos, pero el fuego ya ha tomado cuerpo.
Las pertenencias personales están
en el vestuario y por tanto están sin nada para volver a casa, comienza a
funcionar, la solidaridad.
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