viernes, 10 de marzo de 2017

EL TERREMOTO






Sucedió ayer una sacudida de las placas teutónicas, provoco un terremoto, con resultado de edificios derrumbados, grietas a distintos niveles y la aparición del fantasma de la muerte a gran escala.
El caos y el miedo fueron las primeras consecuencias, pero la desgracia trajo una respuesta solidaria entre vecinos que no se hablaban y gente puesta a disposición de ayudar. Hasta del viejo anciano que con su bastón intentaba poner su conocimiento en ayuda del resto de personas.
Las primeras labores fueron acudir en rescate de las personas atrapadas entre escombros.
Se montaron las tiendas de campaña, para acoger heridos, pero ya antes otras personas han ofrecido sus casas para ayudar.
Los diferentes cuerpos estatales se presentaron a realizar las tareas. Las noticias se hacen eco del suceso y comienza el protagonismo de todos aquellos que no lo han tenido, pero es importante aparecer para justificar su trabajo.
Con pocas horas la tierra comienza a vibrar, como si se quisiera desperezar de sueño aletargado. Y comienza la huida del lugar maldito. Se lanzan profecías, los agoreros tienen acogida. En poco tiempo la noticia es llevada a todo el mundo vía Internet.
Se empieza a recibir ayuda, pero las carreteras están colapsadas, se utilizan helicópteros. Pero todo el mundo quiere salir de allí.  Como si la peste hubiera surgido, se abandona las casas con lo poco que se puede reunir. Los ancianos se niegan a abandonar sus casas, piensan que es lo único que tienen y han cumplido su ciclo biológico. Pero su resistencia cae por las medidas de fuerza.
Escavadoras parecen un nuevo ejército de ocupación y con las nuevas sacudidas, se pierden las esperanzas. Los edificios ilesos se resquebrajan y como juegos de domino, van cayendo.
Las lecciones han sido muchas esperando que sean aprendidas, pese a las inercias.

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