Juan sabe que, a veces, se hecha
la culpa a un suceso, fortuito o no. Pero si desencadenante, comparable al
dicho: la gota que colma el vaso.
Evidentemente el último acto es
el que posibilita una reacción, larvada en nuestra cabeza.
Juan intenta convencer a su amigo
Miguel que esto ocurre con demasiada frecuencia, pero porque perdemos la perspectiva
de todo ese proceso que genera una respuesta, normalmente desproporcionada, por
la acumulación de situaciones pasadas.
Por eso, defiende Juan es tan
complicado el juzgar a los otros y nuestro error al hacerlo. Miguel afirma con
la cabeza, aunque alega que es difícil convertirse en asépticos.
Quizás la mejor postura es
librarnos del posicionamiento que normalmente ocurre, para estar de acuerdo
junto a una de las partes, litigantes. Esa posición de poner calificativos:
bueno, malo. Es innecesaria no tenemos que entrar en el juego que casi todo el
mundo hace. Replica Juan. No tenemos que posicionarnos, porque si lo hacemos
estamos en la gran posibilidad de estar equivocados. Esto genera una gran
inseguridad y por tanto aparece el fantasma del miedo, por supuesto a
equivocarse. Que será si o si.
Miguel manifiesta que eso es una
posición de ruptura con la sociedad, pues todo el mundo lo hace. Nos encontraríamos
marginados.
Pero sin embargo seremos
coherentes con nosotros mismos y no hay nada mejor que sentirse como tales, en
la vida de cada uno. Por ello hay más cosas en la vida que ejercitarte de juez.
Eso no nos hace que vivamos en otro mundo, sino que lo vivimos de otra manera,
por lo menos más acorde con nuestros pensamientos. Sin olvidar que lo que
pensamos, hablamos y decimos se vuelve hacía nosotros. Por ello debemos elegir
que nos vuelva lo mejor de todos los espacios de nuestra vida. Contesta Juan.