Juan acude cada día, para comprar
el pan que elabora de manera artesanal su amigo Alberto. Siempre buscan el
momento para intercambiar palabras hasta que la llegada de algún cliente, interrumpe
la misma y es el momento de salir.
Juan tiene un trabajo donde tiene
que desarrollar el intelecto, por ello le propone una noche ayudarle, en la producción
panadera, para cambiar sus hábitos, diarios.
Alberto le acepta como compañía y
ayudante. Para Juan es un gran reto, trabajar con las manos y aprender algo
sobre lo que consume todos los días.
La panadería la llevan entre dos
amigos y ambos le dan el toque particular. Curiosamente la gente adapta sus
compras a los días que le toca a cada autor. Pues unos les gustan unos
productos que elabora, más que los otros.
Como siempre están innovando,
creando diferentes productos, que sean lo suficiente atractivos.
Alberto quiere mostrarle una
nueva creación sustituyendo el agua por una infusión de especies. Lo cual le
ayudara para saber la opinión de su amigo.
Le explica el motivo y el relleno
con semillas, buscando la digestibilidad de su creación.
Primero hacen la selección de
ingredientes y le pide que en una olla vaya haciendo la tisana. Cuando reposa
comienza la labor de amasado, se utiliza la levadura madre y se aporta la sal
correspondiente, como no es una masa muy grande, al estar en pruebas, se amasa
a mano. Juan comienza a sentir el cansancio de unos brazos desacostumbrados.
Mientras Alberto ríe, el trabajo del novato. Mientras va elaborando el pan del
día siguiente en la amasadora. Le da las instrucciones para ir incorporando los
ingredientes, mientras supervisa ambos trabajos.
La entrada en el horno es el paso
final y la espera de la salida. Una espera nerviosa para degustar el producto.
Solo esperar.
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