Hoy es día de mercadillo, en
nuestras mentes esta que este tipo mercadería se aplica a genero que se puede
encontrar más barato, por tanto una oportunidad para ahorrar dinero. Pero aquí
la cabeza comienza a hacer trastadas, pues lo que en teoría ahorras lo
derrochas en la compra de otras cosas que pueden resultar económicas pero nunca
necesarias, por mucho que tu cabeza trate de hacerlo.
Ana y Juan les gusta recorrerlos
en diferentes zonas, a veces, encontrándose los mismos puestos.
Los comerciantes siguen el
sistema antiguo de vociferar los artículos con algún chascarrillo que les haga
aparecer atrayentes, cuanto menos que el público visite con la vista su puesto.
La mayoría de las personas van sin un objetivo claro, pero siempre existe algo
que les crea necesidad. Cuando esta idea se anida en la cabeza se convierte en
una urgencia que satisfacer y el bolsillo será el encargado de hacerlo. Normalmente
Ana y Juan quieren ver el teatro que se forma con esas necesidades curiosas de
la gente, manifestada en forma de comentarios, ya sea con su pareja o con el
vendedor, que se hace cómplice de esas necesidades.
El precio siempre es el argumento
esgrimido para hacerlo. Llegado al área de la fruta y verdura. Los desmanes son
mayores, pues se consiguen mejores precios, siempre que se aumente el número de
kilos comprados, aquí llega la tragedia porque personas mayores se ven, según
su criterio, abocadas ha hacer grandes compras, lo que genera volumen y peso. Para
dolor a sus maltrechas articulaciones, sin darse cuenta que el ahorro llega en
forma de desperdicio por no haber podido consumir.
Pero con la razón de: es tan
barato, que como no se va a aprovechar la ocasión. Ana y Juan lo contrastan una
y otra vez. Sin gran comprensión.
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