Cuando Juan y Ana se separaron,
tras una convivencia de veinte años, se dieron cuenta que poco se conocían. Juan
tiene un sentido de no haber vivido durante esos años, pues con quien ha
vivido. No conoce sus reacciones, ni siquiera de su vida.
El vació comienza a desarrollarse
como una mancha de aceite en un papel. La impresión que en esos veinte años los
hubiera tirado por la borda. Esa sensación le deja un regusto de amargura, como
la hiel al llegar a la boca.
Como quien pasa pagina sin
retener lo leído, piensa que ha perdido el tiempo dedicando una parte de su
vida a una persona, con la que descubre que era un extraño en su vida.
Ana tiene una sensación parecida
y se agarra a que el tiempo todo lo cura, por ello no le da tanta importancia.
Aunque también conoce que precisamente no cura nada, el mismo. Sino que sigue
un proceso oxidativo, del cual es necesario superar.
La distancia ha sido otra de las
medidas tomada de mutuo acuerdo. El espacio de convivencia común ha sido
sustituido en las dos partes, para intentar comenzar una nueva vida.
Ambos tienen la misma sensación,
a pesar de no haberse conocido si han vibrado juntos, por mucho que quieran
negarlo. Lo que pasa es que una vez extendido el óleo sucio. Se olvida el
tejido que existe debajo, por lo tanto ocurre que esa oquedad que crea un
agujero, sea el factor predominante de la vida en común.
En la medida que Ana y Juan
tengan una voluntad de superación todas esas sensaciones no desaparecerán de la
cabeza y podrán ser determinantes en próximas relaciones, pues se repetirán otra
vez como un lastre, ladea la vida de cada uno de ellos, como el barco escorado sin
verticalidad.