jueves, 29 de septiembre de 2016

EL ATARDECER




Vuelve de el pueblo de al lado, Juan, pero cada dos por tres vuelve su vista hacía atrás, coincide que es la puesta de sol y los tonos naranjas, son hoy, especialmente bonitos. Lo que hace que el camino de tierra, sea ignorado en su trayectoria y pare a cada momento hasta que el sol desaparece, ocultado por una montaña pasado, el pueblo.
El paso de una bicicleta rompe el instante, para volver a ser retomado. Directamente parado con la vista hacia poniente. Mientras bandadas de pájaros surcan los aires, dando la música necesaria con sus graznidos.
Según, el sol, toma la línea del horizonte se oculta con mucha velocidad, adelantando la perdida de luz. Por lo que Juan, reinicia su camino. A penas dos kilómetros separan ambas localidades y una carretera también les une. Pero le gusta caminar sentir los pasos en su cuerpo, disfrutar de los árboles que escoltan el camino y los arbustos que hay entre ellos, para separar las tierras de labor.
Unas veces lo hace en bicicleta pero hoy necesitaba el sentir el contacto con la tierra y encima su vuelta coincide con el atardecer, sus colores, sus olores y su sonido, peculiar.
Hoy ha tenido un día particularmente extraño, donde ha habido discusiones que le han perturbado la paz. Por ello necesitaba este paseo y comprar algo de comida en una tienda que le gusta mucho y le da una amistad, con la dueña.
Si hubiera quedado en casa, Juan estaría analizando una y otra vez la situación vivida, y eso no le iba a ayudar nada, por eso fue al vecino pueblo. Ver la otra realidad que nos oculta las discusiones, como si marcaran nuestro destino. Así piensa Juan.

Aumenta el ritmo de paso, para quitar el frescor que ya se esta iniciando.

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