El
candado es lo suficiente grande para no meterse en un bolsillo y
llevárselo por error. Esta instalado en una gran puerta de hierro de
dos hojas, suficientes para flanquear el paso a un camión, lo que
guarda es un solar que evita el paso a ella. En los laterales esta
cercado por varios edificios. Y sirve para alojar la basura que tiran
los vecinos desde sus ventanas. Hace tiempo sirvió para guardar
maquinaria. También alojo a unos gitanos que con sus furgonetas
llenaron el espacio, hasta que obligaron al dueño a poner una puerta
para que no entrara nadie. Si alguna vez cae alguna prenda tendida en
las cuerdas de las viviendas, se avisa al dueño de una tienda que
tiene llaves y abre después de cerrar su tienda y recoger el coche,
aprovechándolo como garaje. En la época de lluvias reúne a
profundos charcos producido por los elementos que guardaba, hasta que
se secan y termina con la poca hierba que allí crece.
Un
vecino llegó a solicitarle que le dejaran plantar unos árboles.
Para que su respuesta no fuera que no, le sugirió que se plantaran
nogales con el consiguiente beneficio de la venta de madera, el
obtenía un beneficio y para los vecinos siempre es mejor contemplar
árboles en vez de charcos e inmundicias.
Dijo
que lo estudiaría, pero el vecino insistió para demostrarle
beneficios, más de lo que ahora no conseguía.
Los
candados siempre cierran puertas pero también las abren, cuando
giras la llave en su interior y su pieza de acero salta como un
resorte. Juan es el vecino y el que ha sabido mover la llave en la
conciencia del dueño. Allí no puede construir, es un terreno
baldío, pero es preciso que nazcan flores por el bien de todos los
habitantes colindantes.
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