martes, 10 de marzo de 2015

ISABEL



El día se abre entre nubes oscuras. Los ojos recuerdan la almohada abandonada,  dejada hace una  hora. La parada del autobús se encuentra cerca. Un buen numero de personas esperan, buena señal, esta por venir.  A unos trescientos metros se le ve venir con sus faros encendidos. En un orden desordenado, se comienzan a solapar personas que van a sus obligaciones. El interior no es menos caótico, por el gran numero de viajeros. algunos leen, otros con miradas perdidas.
El baile de los cuerpos comienza con la sintonía de la circulación, con un amigo común, agarrarse a las distintas barras o asideros. Los frenazos añaden nuevo ritmo y nuevas quejas.
Un hombre, entorno a los sesenta años mira fijamente a una chica joven que aparenta no tener frío, por el escote y la poca ropa que cubre su cuerpo. Ella parece no verle ocupada en oír música y contestar a los diferentes mensajes que tiene en su teléfono. Pero ya se va sintiendo intimidada por la fijación de la mirada. Alguna mochila va molestando, pero nadie habla. Curiosamente un asiento queda al lado suyo pero el renuncia, porque perdería la perspectiva que ahora tiene. Otro hombre, de su edad, le pregunta que si se va a sentar. Con la cabeza contesta negativamente.
- Hombre Manolo si eres tu, le responde el viajero.
- Vas con tu mirada fijo, eh? Lo que le precede es una sonrisa de complicidad.
Isabel se empieza a turbar y ni la música ni los mensajes le llenan el espacio violado. Se mueve con insistencia y por fin, se levanta para ir al otro extremo. Pero la situación ha llevado a que sean todos los ocupantes, para ser el blanco de sus miradas.

Tras el rubor, decide acabar con la situación, abandona el autobús. 

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